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Y, ¿donde estamos parados?
por Osvaldo Bazán
Entre la desorientación y el espanto, un poco más abajo de
la esperanza, un poco más arriba del abandono.
Voy a tratar de hacer eso que se
hace poquito. Pensar. En la elección del 11 de agosto hubo una tormenta
perfecta. La falta de resultados prácticos en los bolsillos convirtió la
elección de las PASO (una simple elección de candidatos partidarios) en un
plebiscito sobre el gobierno de Cambiemos. Los resultados fueron catastróficos.
El Frente de Todos tuvo una campaña con cuatro aciertos: escondió a Cristina,
diferenció a un Fernández de otro, soslayó toda cuestión moral, ética o
republicana y se centró en lo económico. El gobierno, confiado, no fiscalizó.
El electorado oficialista, confiado en que ganaba, no fue a votar.El shock de los números desorganizó todo. Los mercados - la
gente de la guita- ante la posibilidad de que el gobierno pasase a manos de una
oposición que en lo económico había sido tan desastrosa que tuvo que romper
todos los instrumentos de medición para poder decir que acá había menos pobres
que en Alemania, salió corriendo a dolarizarse. Destrozó una economía que venía
recuperándose (inflación, bonos, exportaciones, déficit) y nos dejó recuerdos
del futuro. Ninguna de las dos fuerzas principales estuvo a la altura de la
circunstancia: las dos creyeron que las elecciones ya habían ocurrido. Así los
Fernández echaron esa misma noche a los brasileros que le armaron la campaña
(parece que todavía no terminaron de pagarle) porque total “ya somos gobierno”.
Echaron a los que les hicieron las cosas bien. Y empezaron a hacer las cosas
mal. Con la prepotencia habitual empezaron a hablar de que Venezuela no es una
dictadura (6700 muertos en año y medio, 5 millones de exiliados, etc.), de
Junta Nacional de Granos, de Conadep de Periodistas, de cambios en la
constitución. Se empezaron a pelear en público sobre cuestiones tales como
paros de aviadores o cortes de calles. Grabois y los suyos entraron a patotear
a los shoppings y volvieron los cortes de silobolsas y amenazas en la calle. Ya
eran gobierno y dejaron claro lo que podrían llegar a ser: una bolsa de gatos
babeantes que se pelean por sus privilegios sin parar, tirando cada tanto un
fútbol gratis, por la dudas.
Los medios, rápidos para sus propios reflejos,
entronizaron al nuevo presidente. El círculo rojo, el establishment o como
quieran llamarlo, empezó a ver a AF alto, rubio, sano y fuerte. Se convirtieron
en el perro Dylan, todos muy felices y moviendo la cola.
El oficialismo se enojó porque no entendió y creyó que ya
todo estaba terminado.Pero un pibe dijo en tuiter “Che, hagamos una marcha, esto
no terminó”. A los medios se le escapó el dato hasta que tres días después
desde España, Luis Brandoni mandó un video diciendo “hay que juntarse en la
plaza”. Recién ahí los medios dijeron “ah, mirá estos pibes”. Y hablaron de una
marcha organizada por Brandoni y Campanella, cosa que no fue así pero los
medios son así. Y pasó lo que nadie esperaba: decenas de miles de personas en
Plaza de Mayo gritando: “Gato, ponete las pilas, sos candidato y acá todavía
nadie votó”. Sacaron a Macri de la quinta donde lamía sus heridas y el
helicóptero en vez de salir, llegó a Casa Rosada.Algo estaba cambiando.Era 24 de Agosto.13 días había durado el shock.Ahí comenzó hermosa la justicia a desdecirse de muchas cosas
que había dicho en los últimos tiempos. Salieron de la cárcel, como si fueran
presos políticos, empresarios truchos, dirigentes venales, correveydiles del
poder.Y empezaron a pasar algunas cosas que nadie esperaba. El
kirchnerismo (más que el peronismo) empezó a perder cada elección en la que se
presentó. Mendoza fue el inicio. Salta dio otro dato. Las universidades de
Córdoba y Buenos Aires pasaron a ser dirigidas por gente sin contacto con “La
Cámpora” que se demostró una organización vacía de territorio, con mucha más
presencia en los medios que en la gente. El peronismo empezó a pensar si eso
que se venía era lo que quería. Recordó el látigo de Cristina y aparecieron las
dudas propias.
Y empezaron las 30 marchas del oficialismo sin que los
medios de comunicación se dieran cuenta. Un tipo parado sobre una camioneta
diciendo casi nada. Porque no importaba él, importaba los que estaban abajo.
Todos esos que escuchaban todo el tiempo que ya habían votado, que había un
presidente, que no jodan. Esas marchas fueron creciendo con gente que gritaba
“sí, se puede” mientras el establishment, las corporaciones miraban para otro
lado o directamente se burlaban de las viejitas, de los viejitos que apenas
pueden caminar e insisten con banderitas celestes y blancas y ojos llorosos,
mientras sus nietos cantan la cantinela de una revolución latinoamericana que
sólo trajo tristeza y dolor para millones de personas y buenas mansiones y
seguridad para sus dirigentes.Como a esas corporaciones jamás les interesaron las personas,
lo que esas personas hicieran no le importó. Las encuestadoras en agosto
dibujaron los numeritos que todos teníamos en la cabeza, 3 o 4 puntos abajo del
oficialismo. Hoy dibujan los numeritos que quedó de aquella noche: 20 arriba
para el Frente. Porque los encuestadores no trabajan para que sepas qué estamos
pensando. Trabajan para quienes le pagan: los políticos que quieren que vos
pienses en ese número. A ver, sin aparatos ni sindicatos ni organizaciones
sociales ni apoyo de los medios, las mayores concentraciones políticas de la
historia de 30 ciudades (en Rosario y Buenos Aires sólo comparables a las de la
vuelta a la democracia) ¿no “mueven el amperímetro”, como les gusta decir a los
enamorados de los lugares comunes? ¿cómo es posible? ¿Y la discusión previa en
cada ciudad, la organización, las conversaciones de por qué ir o por qué no,
con quién? Vamos, ¿a qué fue toda esa gente? Y toda esa gente, motivada, ¿”no
mueve el amperímetro”? Dale.Los medios no han entendido que esta vez se votará contra
ellos. Contra la elite intelectual y artística que opina sin fundamento parada
en su autocelebrada sensibilidad. “Soy artista, quiero artisstear”.Abuelas de 60 años llevarán a votar a sus madres de 90. Y
eso, en vez de ser visto como ejemplar, es objeto de burla. ¿”No mueve el
amperímetro”?. En decenas de ciudades de todo el mundo un grupito de
argentinos, en vez de disfrutar un sábado hermoso, sale con la banderita a
decir “sí, se puede”. Pero tampoco “mueve el amperímetro”.
Un batallón de
ciudadanos que en su vida se interesó en política sale a anotarse para
fiscalizar una elección difícil. Eso ¿tampoco “mueve el amperímetro”?Quienes votaron a Alberto Fernández pensando que Alberto
Fernández no es Cristina Fernández escucharon a Alberto Fernández decir “Cristina
y yo somos lo mismo”.Por eso, el 11 de agosto se plebiscitó el gobierno de
Cambiemos. Sin fiscalización. Este domingo se vota para adelante, pensando si
es Cristina quien debe dirigir el país. Con fiscalización. Y participación
ciudadana.Yo creo que el amperímetro se movió. Y que es hipocresía
pura que vengan a joder con el amperímetro los que rompieron todos los
instrumentos de medición.Seamos libres. Lo demás se arregla.
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