Su rostro, un símbolo. Su nombre, un mito.
Ernesto "Che" Guevara fue asesinado hace cincuenta y tres años en las tierras de Bolivia, cerca de Vallegrande, en el marco de su ambicioso plan de liberación latinoamericana que pretendía un cambio en la relación de fuerzas en el subcontinente y el consiguiente desbloqueo de Cuba, único país socialista del área.
Fue
capturado en Quebrada del Yuro, un barranco árido cercano al pueblo de La
Higuera, donde pasó su última noche en una pequeña escuela, que aún sigue ahí.
A la mañana siguiente fue ejecutado por órdenes del presidente boliviano el
General Rene Barrientos y el oficial de la CIA Félix Rodríguez que estuvo
presente durante su interrogatorio.
No
me maten soy el Che, habría dicho a sus ejecutores. Valgo más para ustedes vivo
que muerto. Eso era lo que él creía.
El
último hombre a quien Guevara dirigió la palabra fue al
sargento
Mario Terán Terán, aunque el encuentro fue menos que una conversación por el
nerviosismo del sargento, y las palabras han sido disputadas como una posible
reconstrucción mitológica. No obstante, la mayoría de los testimonios coinciden
en que Guevara le ordenó: "Póngase
sereno y apunte bien: va usted a matar a un hombre".
El
legado y la relevancia del Che, en términos de sus aspiraciones y logros fueron
relativas, pero se convirtió en un símbolo de cambios históricos y eso solo
sucedió tras su muerte.
Recordamos
al Che también por los acontecimientos trascendentales que tuvieron lugar menos
de un año después de que muriera, cuando en 1968 cientos de miles de jóvenes
tomaron las calles en decenas de capitales y universidades de todo el planeta y
cambiaron la forma en la que viven ellos, sus hijos, y, hoy, los hijos de sus
hijos.
Nacido
el 14 de junio de 1928 en Rosario, Argentina, hijo de Ernesto Guevara y Celia
de la Serna, el "Che", eligió un camino distinto al que muchos
podrían imaginar para él dada su privilegiada posición económica. Pudo ser abogado pero se interesó por la
medicina y por la política. La Guerra Civil española lo puso en contacto con la
realidad política y social del mundo y un recorrido de 4500 kilómetros por las
regiones más pobres de Argentina le abrió los ojos ante la desigualdad.
La
medicina fue el puente para alcanzar lo que sería su destino: hacer la
revolución para lograr un cambio social en América Latina. Pero el periodismo
lo acompañó durante toda su vida, incluso durante sus largos y sangrientos días
de lucha en la Sierra Maestra, en Cuba en 1958.
En
sus numerosos viajes por América Latina recogió los deseos de cambio y de
justicia de los pueblos oprimidos. "Ese vagar sin rumbo por nuestra
Mayúscula América me ha cambiado más de lo que creí", relató en una de las
crónicas posteriores a su segundo viaje.
El
Che veía la injusticia. Era un marxista autodidacta que luchó por el socialismo
para reemplazar al capitalismo. "El deber de todo revolucionario es hacer
la revolución". Es el ícono de la izquierda en América Latina y el mundo,
rechazó las injusticias y se rebeló ante un sistema que generaba y aún genera
profundas desigualdades sociales.
Inicialmente
fue un ardiente defensor de la joven alianza de la Revolución Cubana con la
Unión Soviética, posteriormente se convirtió en crítico del lugar fundamental
que ocupaba Moscú en Cuba a mediados de los sesenta.
Sin
embargo, para julio de 1967, cuando el primer ministro Alexei Kosygin visitó La
Habana, Fidel Castro había alineado su régimen de manera incondicional con la
URSS. En agosto de 1968, Castro apoyó la invasión soviética de Checoslovaquia y
el fin de la Primavera de Praga.
De
igual modo, el Che se opuso a la dependencia de Cuba de la caña de azúcar. Pero
para 1970, Castro había comprometido a su país a producir diez millones de
toneladas de azúcar para la Unión Soviética, lo cual trastocó la economía de la
isla.
El
Che también luchó por la creación de un “nuevo hombre” bajo el socialismo en
Cuba y contra los vicios del régimen anterior, centrados en el juego y la prostitución instalados por Batista. Es
recordado como un incansable trabajador, que desempeñó un papel clave en la
creación de las estructuras del nuevo gobierno cubano.
Propugnaba
una lucha generalizada, como única forma de derrotar al
"imperialismo", y se empeñó en exportar la revolución y en propagarla
por América Latina y África. En 1965 renunció a sus cargos en Cuba y partió al
continente africano, donde participó en la frustrada rebelión en el Congo.
Hoy, sesenta años después, las desigualdades de nuestra américa latina se han acentuado a límites no imaginados y los ideales iniciales del Che toman la dimensión del mito.
Alberto Korda le tomó la fotografía en La Habana en 1960, en la que se le ve con su boina con una estrella que aparece hoy en millones de camisetas y afiches en todo el mundo. El rostro del "Che" es, hasta hoy, el símbolo por excelencia del idealismo socialista.
Más
allá de la ideología y de su opción por la lucha armada, el Che se convirtió en
un ícono de la cultura pop, que sigue vigente hasta la actualidad, muchas veces
despojado de contenido, resumido a veces solo con un “Hasta la Victoria, Siempre”
Por Lola Rawson
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