Desde pequeño yo he tenido un gran sentido del humor y me acuerdo que siendo muy niño —tendría ocho o nueve años— me producía un gran asombro que en ciertas conversaciones de los mayores, en circunstancias en que todo hubiera podido arreglarse con una broma, con una respuesta llena de humor, todo el mundo se ponía trágico, todo el mundo se tomaba las cosas por el lado negativo. En el mejor de los casos se hacían chistes, los argentinos hacen muchos chistes, pero no todos tienen sentido del humor. Esto también puede aplicarse a la raza humana en general.
Yo me defendía de situaciones bastante penosas
mediante el recurso del humor, un humor blanco o negro, según las circunstancias.
El humor negro también es un elemento importante. De modo que esas asociaciones
aparentemente ilógicas que determinan las reacciones del humor y la eficacia
del humor, llevan al juego. Lo lúdico no es un lujo, un agregado del ser humano
que le puede ser útil para divertirse: lo lúdico es una de las armas centrales
por las cuales él se maneja o puede manejarse en la vida. Lo lúdico no
entendido como un partido de truco ni como un match de fútbol; lo lúdico
entendido como una visión en la que las cosas dejan de tener sus funciones
establecidas para asumir muchas veces funciones muy diferentes, funciones
inventadas. El hombre que habita un mundo lúdico es un hombre metido en un
mundo combinatorio, de invención combinatoria, está creando continuamente formas
nuevas.
Te doy un ejemplo. A mí, desde pequeño, me fascinó la
noción de monstruo, la idea de los animales mitológicos: una cabeza de león,
alas de águila y plumas de pato, que naturalmente provoca la indiferencia
general de la gente. Pero a mí, te repito, me fascinaba porque me di cuenta de
que eso (la noción del monstruo, que es el resultado de una combinación
diferente de los elementos aceptados por todos) se podía extrapolar a
operaciones mentales, a conductas. Uno podía a veces conducirse lúdicamente, es
decir, hacer un juego en el que de alguna manera uno era el monstruo, porque a
un mismo tiempo estabas moviéndote como un león y volando como un águila.
Para llegar a la cosa central: desde que yo empecé a
escribir (a escribir cosas publicables) la noción de lo lúdico estuvo
profundamente imbricada, confundida, con la noción de literatura. Para mí, una
literatura sin elementos lúdicos era una literatura aburrida, la literatura que
no leo, la literatura pesada, el realismo socialista, por ejemplo.
Eso me trajo a veces enfrentamientos cordiales, si
quieres, pero enfrentamientos bastante fuertes con compañeros revolucionarios.
El Libro de Manuel fue uno de esos ejemplos.
Desgraciadamente las revoluciones parecen conllevar
una tendencia a la estratificación (o quitinosidad, para seguir con la imagen).
En sus formas iniciales, esas revoluciones adoptaron formas dinámicas, formas
lúdicas, formas en las que el paso adelante, el salto adelante, esa inversión
de todos los valores que implica una revolución, se operaban en un campo
moviente, fluido y abierto a la imaginación, a la invención y a sus productos
connaturales, la poesía, el teatro, el cine y la literatura. Pero con una
frecuencia bastante abrumadora, después de esa primera etapa las revoluciones
se institucionalizan, empiezan a llenarse de quitina, van pasando a la
condición de coleópteros.
Bueno, yo trato de luchar contra eso, ése es mi
compromiso con a las revoluciones, a la Revolución, para decirlo en general.
Trato de luchar por todos los medios, y sobre todo con medios lúdicos, contra
lo quitinoso. El Libro de Manuel fue una tentativa de desquitinizar esos
proemios revolucionarios que vagamente se asomaban en Argentina y que no
llegaban a cuajar. Ese libro fue escrito cuando los grupos guerrilleros estaban
en plena acción. Yo había conocido personalmente a algunos de sus protagonistas
aquí en París, y me había quedado aterrado por su sentido dramático, trágico,
de su acción, en donde no había el menor resquicio para que entrara ni siquiera
una sonrisa, y mucho menos un rayo de sol.
Julio Cortazar (entrevista - fragmento)
Fuente:
https://www.festivaldepoesiademedellin.org/es/Diario/13_14_10_08.html
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