Es evidente que el combo gobernante está dinamitando su propia base de construcción. El serruchado de sillas entre bandos o la erosión sistemática entre funcionaros, que integran los diferentes bloques del mismo paquete accionario, lo evidencia sin piedad.
El torniquete, puesto debajo de cada ministro o
ministra ya se llevó a María Eugenia Bielsa, a Losardo y a Ginés. La presión de
los seguidores de Máximo sobre los barones del conurbano se desarrolla en un
ámbito digno de Hitchcoock y el lavado de manos en temas como seguridad,
convertido en pase futbolístico entre Frederic y Berni, es moneda diaria y
angustia de los vecindarios. Agudizando de ese modo la situación caótica en la
provincia de Buenos Aires. Además de las intenciones de Kicillof y Gollán, de
que el país baile al ritmo de su desesperación e inoperancia, merece por los
menos ser observado con atención.
Ahora es Guzmán el que quiere irse, ya pasó Trotta por
eso y continuará sine die porque es el estilo. Dicen que CFK no quiere
que ni le mencionen la pandemia, los contagiados y los muertos y una se
pregunta si tal evasión de la realidad, no será un síntoma más del negacionismo
del que padece el gobierno en general, con la gravedad de los sucesos que nos
están ahogando.
Es obvio que son la muestra constante del “no pero si”
o “si pero no” según cuadre el momento y de quien primerea, en las cuestiones
que los diferencia, las cuales hoy llegan al punto que un grupo interno
desmiente al presidente en favor de Basualdo y todo parece seguir como si nada.
Por ahora, Guzmán y su segundo, quedan clavados en el ring hasta que estalle
alguno. Y las rispideces aumentan y las zozobras de la población continúan.
En la peor crisis compartida con el mundo por sars
covid 19, las medidas no han avanzado al ritmo imprescindible en nuestro país,
como hisopar, vacunar, aumentar el número de camas de terapia o regular las
restricciones, para que no sigan destrozando una economía en estado de coma,
que es la que tenemos.
Si sumamos las confrontaciones internas a las externas,
los avances a dentelladas sobre jueces, fiscales, Corte Suprema, Procurador y
todo ser humano que no le sea propio.
Más el evidente intento de postergar elecciones y la generación de acciones, que son exclusivamente electorales, en medio de una crisis sanitaria al borde del precipicio. No podemos menos que creer que estamos inmersos en una Argentina surrealista, en manos de personajes que, por la gravedad de los sucesos, ya podríamos denominar siniestros.
La pregunta clave es, ¿hasta cuando están decididos a
continuar sin realizar cambios?
Por Lucia Alberti
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