1972 – Aquella rifa - por Julio Ginzo



"Y yo me quede mirando aquel desvencijado micro de la vieja empresa Rojas, que se perdía en la noche rumbo a Buenos Aires.
Iba en él un hombre que, con un solo proceder, había definido, en parte mi vida. Había llegado a Junín en un colectivo similar para seguir conmigo una breve gira por algunos pueblos de la Cuarta Sección Electoral. Después de una rasante pasada por mi casa para tomar algo, partimos en mi reluciente renoleta rumbo al primer destino: Lincoln.
Su intención de visitar el comité de esa ciudad se vería frustrada ya que su presidente, un empedernido balbinista, era inhallable. Tal vez no le atraía demasiado la idea de ofrecerle un escenario a quien aparecía ya con posibilidades ciertas de desplazar a su jefe. Sin embargo, y obstinadamente, Raúl quiso ir al comité radical de Lincoln.
Al llegar, apenas encontramos al casero que, sorprendido al reconocerlo, no tuvo mejor idea que intentar venderle una rifa organizada por el propio comité. El frustrado visitante pregunto su precio y le entrego los últimos cincuenta pesos de su ajada billetera, que era el valor total de aquella rifa.
Y continuamos nuestro viaje, visitando a los dirigente de Pinto, Ameghino y Gral. Villegas. Luego de haber dormido en esta última ciudad, emprendimos el regreso. Aquel hombre cansado y de gastado traje - que me recordaba que lo despertara cuando estuviéramos por llegar a cada pueblo para arreglar un poco su compostura -. me pidió que lo dejara en el cruce de la ruta 7 y la entrada a Junin. Desde allí pensaba hacer dedo para seguir hacia Buenos Aires.
Estaba claro que la razón no era sino la falta de plata para el pasaje. Este fue el dialogo que se dio entonces, ya entrando a Junin:
- Raúl, le tengo que pedir un favor.
- Sí, decime nomás.
- ¿ No me cedería la rifa que le vendieron en Lincoln?
- ¿Por qué?
- Porque tengo la intuición de que la gano.
- Bueno, tomala.
Allí yo le di los cincuenta pesos que él habia pagado y él me dio la rifa. Al minuto me dijo:
- Pensándolo bien, dejame en la terminal que me tomo el micro.
Claro, ya tenia para el pasaje. Cuando lo vi perderse en ese viejo colectivo, no pude evitar cierta emoción ante aquella muestra de austeridad, entrega y dignidad.

fuente
" 22 PEQUEÑAS HISTORIAS CON RAÚL",



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