A 94 años de su nacimiento, recordamos su histórico discurso en las Naciones Unidas.
11 de diciembre de 1964 - Naciones Unidas |
El contexto
Para Ernesto Che Guevara la
revolución era imparable y la fuerza de la razón ante la injusticia era capaz
de imponerse a cualquier situación de inferioridad manifiesta, como había
demostrado la revolución cubana. Transformada en un puñado de hombres armados
en la selva, la vanguardia revolucionaria que preconizaba Lenin podía acabar
con el poder impuesto y sustentado por las oligarquías locales con el apoyo de
imperialismo en cuanto los pueblos y las razas oprimidas tomasen conciencia de
su enajenación y apoyasen el proceso revolucionario.
Ese fue el mensaje que, como
representante del Gobierno cubano, expuso ante la Asamblea General de Naciones
Unidas el 11 de diciembre de 1964 en una intervención histórica que
reproducimos. Superada la crisis de los misiles con un acuerdo entre John F.
Kennedy y Nikita Jrushchev que dejaba a Cuba en una posición de extrema
debilidad, La Habana tomaba definitivamente el liderazgo revolucionario
internacional para abanderar la causa de los países pobres y marginados bajo el
paraguas de los estados no alineados.
Con la desigualdad, la
marginación y el racismo como argumentos irrefutables ante un poder antinatural
muchas veces ejercido desde una pretendida superioridad moral, cultural o
racial, el Che se sumaba a la causa de numerosos pueblos sometidos en Asia,
África y América Latina, un magma de etnias y culturas que debía forjar la
dignidad del denominado hombre nuevo a partir del ejemplo de esa guerrilla de
vanguardia.
No eran simples palabras. El 3 de
octubre de 1965, menos de un año después de esta alocución, Fidel Castro leía,
en el acto de constitución del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, la
denominada Carta de Despedida del Che , en la que el entonces ministro de
Industria, dirigente del partido y comandante de la Revolución renunciaba a
todos sus cargos tras dejar encarrilada la Reforma Agraria y el nuevo sistema
monetario cubano para luchar en “otros campos de batalla”.
El primero de ellos fue en Congo,
donde un destacamento irregular de un centenar combatientes cubanos liderado
por el Che se introdujo desde Tanzania con el objetivo de asaltar el poder
junto a las milicias locales del insurgente Ejército de Liberación del Congo. A
partir de ahí, el objetivo era irradiar desde el corazón de África la
revolución a todo el continente.
Sin embargo, los constantes
desencuentros con los líderes rebeldes locales por su estrategia militar, la
nula institucionalización de la revolución entre el pueblo y, especialmente, la
falta de disciplina y “conciencia revolucionaria” de los líderes locales
llevaron al Che a la renuncia. Especialmente cuando los cubanos se encontraron
prácticamente vendidos a las tropas de mercenarios del Gobierno.
Tras esta experiencia fallida,
Guevara no se rindió y decidió volver a las armas, en esta ocasión en el
corazón de América Latina, Bolivia, desde donde también aspiraba a irradiar la
revolución a todo el continente. El arduo trabajo de coordinación con todas las
fuerzas americanas que el líder guerrillero llevó a cabo desde la Embajada de
Cuba, pusieron sobre alerta a los gobiernos americanos. En particular, a
Estados Unidos, que dedicó ingentes esfuerzos a evitar a toda costa que
triunfara una insurgencia continental.
Sin apoyo interno y con una
población indígena que, como la congoleña, hablaba otra lengua y nunca vio a la
guerrilla como una fuerza libertadora, la nueva aventura revolucionaria también
se vio condenada al fracaso. El mensaje del Che no caló entre el humilde
campesinado boliviano y su sueño de la revolución de los pueblos y las etnias
marginadas acabó asesinado en una escuela de La Higuera el 9 de octubre de 1967.
El Discurso
“Señor presidente, señores
delegados: la representación de Cuba ante esta Asamblea se complace en cumplir,
en primer término, el agradable deber de saludar la incorporación de tres
nuevas naciones al importante número de las que aquí discuten problemas del
mundo. Saludamos, pues, en las personas de su presidente y primeros ministros,
a los pueblos de Zambia, Malawi y Malta y hacemos votos porque estos países se
incorporen desde el primer momento al grupo de naciones no alineadas que luchan
contra el imperialismo, el colonialismo y el neocolonialismo.
Hacemos llegar también nuestra
felicitación al presidente de esta Asamblea, cuya exaltación a tan alto cargo
tiene singular significación, pues ella refleja esta nueva etapa histórica de
resonantes triunfos para los pueblos de África, hasta ayer sometidos al sistema
colonial del imperialismo y que hoy, en su inmensa mayoría, en el ejercicio
legítimo de su libre determinación, se han constituido en estados soberanos. Ya
ha sonado la hora postrera del colonialismo y millones de habitantes de África,
Asia y América Latina se levantan al encuentro de una nueva vida e imponen su
irrestricto derecho a la autodeterminación y el desarrollo independiente de sus
naciones. Le deseamos, señor presidente, el mayor de los éxitos en la tarea que
le fuera encomendada por los países miembros.
Nosotros expresamos aquí lo mismo
que nuestro presidente expresara en El Cairo y lo que después quedara plasmado
en la declaración de la Segunda Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno de
países No Alineados: que no puede haber coexistencia pacífica entre poderosos
solamente si se pretende asegurar la paz del mundo. La coexistencia pacífica
debe ejercitarse entre todos los estados, independientemente de su tamaño, de
las anteriores relaciones históricas que los ligara y de los problemas que se
suscitaren entre algunos de ellos, en un momento dado.
Actualmente, el tipo de
coexistencia pacífica a que nosotros aspiramos no se cumple en multitud de casos.
El reino de Camboya, simplemente por mantener una actitud neutral y no plegarse
a las maquinaciones del imperialismo norteamericano, se ha visto sujeto a toda
clase de ataques alevosos y brutales partiendo de las bases que los yanquis
tienen en Vietnam del Sur. Laos, país dividido, ha sido objeto también de
agresiones imperialistas de todo tipo, su pueblo masacrado desde el aire, las
convenciones que se firmaran en Ginebra han sido violadas y parte del
territorio está en constante peligro de ser atacado a mansalva por las fuerzas
imperialistas.
La República Democrática de
Vietnam, que sabe de todas estas historias de agresiones como pocos pueblos en
la tierra, ha visto una vez más violadas sus fronteras, ha visto cómo aviones
de bombardeo y cazas enemigos disparaban contra sus instalaciones; cómo los
barcos de guerra norteamericanos, violando aguas territoriales, atacaban sus
puestos navales.
La coexistencia pacífica también
se ha puesto a prueba en una forma brutal en Chipre debido a presiones del
Gobierno turco y de la OTAN, obligando a una heroica y enérgica defensa de su
soberanía hecha por el pueblo de Chipre y su gobierno. En todos estos lugares
del mundo, el imperialismo trata de imponer su versión de lo que debe ser la
coexistencia; son los pueblos oprimidos, en alianza con el campo socialista,
los que le deben enseñar cuál es la verdadera, y es obligación de las Naciones
Unidas apoyarlos.
Expresamos nuestra solidaridad
hacia los pueblos, hoy coloniales, de la Guinea llamada portuguesa, de Angola o
Mozambique, masacrados por el delito de demandar su libertad y estamos
dispuestos a ayudarlos en la medida de nuestras fuerzas, de acuerdo con la
declaración de El Cairo. Expresamos nuestra solidaridad al pueblo de Puerto
Rico y su gran líder, Pedro Albizu Campos, el que, en un acto más de hipocresía,
ha sido dejado en libertad a la edad de 72 años, sin habla casi, paralítico
después de haber pasado en la cárcel toda una vida. Albizu Campos es un símbolo
de la América todavía irredenta, pero indómita.
También debemos advertir que el
principio de la coexistencia pacífica no entraña el derecho a burlar la
voluntad de los pueblos, como ocurre en el caso de la Guayana llamada
británica, en que el gobierno del primer ministro Cheddy Jagan ha sido víctima
de toda clase de presiones y maniobras y se ha ido dilatando el instante de
otorgarle la independencia, en la búsqueda de métodos que permitan burlar los
deseos populares y asegurar la docilidad de un gobierno distinto al actual
colocado allí por turbios manejos, para entonces otorgar una libertad castrada
a este pedazo de tierra americana. Cualesquiera que sean los caminos que la
Guayana se vea obligada a seguir para obtenerla, hacia su pueblo va el apoyo
moral y militante de Cuba.
Debemos señalar, asimismo, que
las islas de Guadalupe y Martinica están luchando por su autonomía desde hace
tiempo, sin lograrla, y ese estado de cosas no debe seguir. Una vez más
elevamos nuestra voz para alertar al mundo sobre lo que está ocurriendo en
Sudáfrica; la brutal política del apartheid se aplica ante los ojos de las
naciones del mundo. Los pueblos de África se ven obligados a soportar que en
ese continente todavía se oficialice la superioridad de una raza sobre otra,
que se asesine impunemente en nombre de esa superioridad racial. ¿Las Naciones
Unidas no harán nada para impedirlo?
Quería referirme específicamente
al doloroso caso de Congo, único en la historia del mundo moderno, que muestra
cómo se pueden burlar con la más absoluta impunidad, con el cinismo más
insolente, el derecho de los pueblos. Las ingentes riquezas que tiene Congo y
que las naciones imperialistas quieren mantener bajo su control son los motivos
directos de todo esto.
¿Cómo podremos olvidar, señores
delegados, que quien desacató la autoridad de las Naciones Unidas en Congo, y
no precisamente por razones patrióticas, sino en virtud de pugnas entre
imperialistas, fue Moisé Tshombe, que inició la secesión de Katanga con el
apoyo belga? ¿Y cómo justificar, cómo explicar que, al final de toda la acción
de las Naciones Unidas, Tshombe, desalojado de Katanga, regrese dueño y señor
de Congo? ¿Quién podría negar el triste papel que los imperialistas obligaron a
jugar a la Organización de Naciones Unidas?
En resumen se hicieron aparatosas movilizaciones para evitar la escisión de Katanga y hoy Tshombe está en el poder, las riquezas de Congo en manos imperialistas... y los gastos deben pagarlos las naciones dignas. ¡Qué buen negocio hacen los mercaderes de la guerra! Por eso, el gobierno de Cuba apoya la justa actitud de la Unión Soviética al negarse a pagar los gastos del crimen. Para colmo de escarnio, nos arrojan ahora al rostro estas últimas acciones que han llenado de indignación al mundo. ¿Quiénes son los autores? Paracaidistas belgas, transportados por aviones norteamericanos que partieron de bases inglesas.
Recordamos que ayer, casi,
veíamos a un pequeño país de Europa, trabajador y civilizado, el reino de
Bélgica, invadido por las hordas hitlerianas; amargaba nuestra conciencia el
saber de ese pequeño pueblo masacrado por el imperialismo germano y lo veíamos
con cariño. Pero esta otra cara de la moneda imperialista era la que muchos no
percibíamos. Quizás hijos de patriotas belgas que murieran por defender la
libertad de su país son los que asesinaran a mansalva a millares de congoleños
en nombre de la raza blanca, así como ellos sufrieron la bota germana porque su
contenido de sangre aria no era suficientemente elevado.
Nuestros ojos libres se abren hoy
a nuevos horizontes y son capaces de ver lo que ayer nuestra condición de
esclavos coloniales nos impedía observar: que la civilización occidental
esconde bajo su vistosa fachada un cuadro de hienas y chacales. Porque nada más
que ese nombre merecen los que han ido a cumplir tan humanitarias tareas a
Congo. Animal carnicero que se ceba en los pueblos inermes; eso es lo que hace
el imperialismo con el hombre, eso es lo que distingue al blanco imperial.
Todos los hombres libres del
mundo deben aprestarse a vengar el crimen de Congo. Quizás muchos de aquellos
soldados, convertidos en subhombres por la maquinaria imperialista, piensen de
buena fe que están defendiendo los derechos de una raza superior; pero en esta
Asamblea son mayoritarios los pueblos que tienen sus pieles tostadas por
distintos soles, coloreadas por distintos pigmentos, y han llegado a comprender
plenamente que la diferencia entre los hombres no está dada por el color de la
piel, sino por las formas de propiedad de los medios de producción, por las
relaciones de producción.
La delegación cubana hace llegar
su saludo a los pueblos de Rhodesia del Sur y África Sudoccidental, oprimidos
por minorías de colonos blancos. A Basutolandia, Bechuania y Suazilandia, a la
Somalia francesa, al pueblo árabe de Palestina, a Adén y los protectorados, a
Omán y a todos los pueblos en conflicto con el imperialismo o el colonialismo y
les reitera su apoyo. Formula, además, votos por una justa solución al conflicto
que la hermana República de Indonesia encara con Malasia.
Las lacras coloniales que
detienen el desarrollo de los pueblos no se expresan solamente en relaciones de
índole política: el llamado deterioro de los términos de intercambio no es otra
cosa que el resultado del intercambio desigual entre países productores de
materia prima y países industriales que dominan los mercados e imponen la
aparente justicia de un intercambio igual de valores.
Cuba, señores delegados, libre y
soberana, sin cadenas que la aten a nadie, sin inversiones extranjeras en su
territorio, sin procónsules que orienten su política, puede hablar con la
frente alta en esta Asamblea y demostrar la justeza de la frase con que la
bautizaran: Territorio Libre de América. Nuestro ejemplo fructificará en el
continente como lo hace ya, en cierta medida en Guatemala, Colombia y
Venezuela.
No hay enemigo pequeño ni fuerza
desdeñable, porque ya no hay pueblos aislados. Como establece la Segunda
Declaración de La Habana, ningún pueblo de América Latina es débil, porque
forma parte de una familia de doscientos millones de hermanos que padecen las
mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo,
sueñan todos un mismo mejor destino y cuentan con la solidaridad de todos los
hombres y mujeres honrados del mundo.
Esta epopeya que tenemos delante
la van a escribir las masas hambrientas de indios, de campesinos sin tierra, de
obreros explotados; la van a escribir las masas progresistas, los intelectuales
honestos y brillantes que tanto abundan en nuestras sufridas tierras de América
Latina. Lucha en masas y de ideas, epopeya que llevarán adelante nuestros
pueblos maltratados y despreciados por el imperialismo, nuestros pueblos
desconocidos hasta hoy, que ya empiezan a quitarle el sueño.
Nos consideraban rebaño impotente
y sumiso y ya se empieza a asustar de ese rebaño, rebaño gigante de doscientos
millones de latinoamericanos en los que advierte ya sus sepultureros el capital
monopolista yanqui. La hora de su reivindicación, la hora que ella misma se ha
elegido, la vienen señalando con precisión también de un extremo a otro del
continente.
Ahora esta masa anónima, esta
América de color, sombría, taciturna, que canta en todo el continente con una
misma tristeza y desengaño, ahora esta masa es la que empieza a entrar
definitivamente en su propia historia, la empieza a escribir con su sangre, la
empieza a sufrir y a morir, porque ahora los campos y las montañas de América,
por las faldas de sus sierras, por sus llanuras y sus selvas, entre la soledad
o el tráfico de las ciudades, en las costas de los grandes océanos y ríos, se
empieza a estremecer este mundo lleno de corazones con los puños calientes de
deseos de morir por lo suyo, de conquistar sus derechos casi quinientos años
burlados por unos y por otros.
Ahora sí la historia tendrá que
contar con los pobres de América, con los explotados y vilipendiados, que han
decidido empezar a escribir ellos mismos, para siempre, su historia. Ya se los
ve por los caminos un día y otro, a pie, en marchas sin término de cientos de
kilómetros, para llegar hasta los olimpos gobernantes a recabar sus derechos.
Ya se les ve, armados de piedras, de palos, de machetes, en un lado y otro,
cada día, ocupando las tierras, afincando sus garfios en las tierras que les
pertenecen y defendiéndolas con sus vidas; se les ve, llevando sus cartelones,
sus banderas, sus consignas; haciéndolas correr en el viento, por entre las
montañas o a lo largo de los llanos.
Y esa ola de estremecido rencor,
de justicia reclamada, de derecho pisoteado, que se empieza a levantar por
entre las tierras de Latinoamérica, esa ola ya no parará más. Esa ola irá
creciendo cada día que pase. Porque esa ola la forman los más, los mayoritarios
en todos los aspectos, los que acumulan con su trabajo las riquezas, crean los
valores, hacen andar las ruedas de la historia y que ahora despiertan del largo
sueño embrutecedor a que los sometieron.
Porque esta gran humanidad ha
dicho ‘¡basta!’ y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se
detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto
más de una vez inútilmente. Ahora, en todo caso, los que mueran, morirán como
los de Cuba, los de Playa Girón, morirán por su única, verdadera e
irrenunciable independencia.
Todo eso, señores delegados, esta
disposición nueva de un continente, de América, está plasmada y resumida en el
grito que, día a día, nuestras masas proclaman como expresión irrefutable de su
decisión de lucha, paralizando la mano armada del invasor. Proclama que cuenta
con la comprensión y el apoyo de todos los pueblos del mundo y especialmente,
del campo socialista, encabezado por la Unión Soviética. Esa proclama es:
patria o muerte.”
R. ÁLVAREZ
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