Diez años después, Borgen pone a Birgitte Nyborg en medio de un conflicto internacional que mucho dice del mundo actual
La cuarta temporada del drama político danés volvió a confirmar a la serie como una de las mejores en su género
La realidad puede imitar a la ficción: en Dinamarca solo hubo una mujer como primera ministra, Helle Thorning-Schmidt, hasta poco después de que Birgitte Nyborg (la espléndida Sidse Babett Knudsen) asumiera ese cargo e hiciera historia (de ficción) en la serie 'Borgen'.
Es solo uno de los muchos posibles logros de este drama político creado (además de director y guionista) por Adam Price, un éxito más allá de las fronteras danesas incluso antes de que Netflix incorporara la serie completa a su catálogo en plena pandemia.
Casi diez años después del final de su tercera temporada, llega una nueva trama, 'Borgen: Reino, poder y gloria' (Netflix, jueves, día 2), marcada por la ansiedad climática y el nuevo mapa geopolítico. Hablamos con el creador de una marca importante como pocas en la ficción europea contemporánea
Ya no la vemos con el pelo suelto –ahora se hace un moño apretado– ni hace la sonrisa de nariz, su expresión facial insignia que la había llevado a conquistar el corazón de los daneses.
Birgitte lo ha dejado todo por su carrera política, incluso hasta sus principios y las ideas que defiende su partido, los Nuevos Demócratas.
Desde la soledad del Ministerio de Relaciones Exteriores busca construir un liderazgo en un callejón sin salida junto a antiguos enemigos políticos que ahora se vuelven aliados, mientras la temperatura sube en todos lados. En la dinámica geopolítica, en las aguas que descongelan los polos y también en el cuerpo de esta ¿cincuentona? que experimenta calores insoportables.
La serie danesa Borgen volvió una década después que concluyera su tercera entrega con una nueva temporada de ocho episodios que están disponibles en Netflix.
Era un desafío ancho porque significaba retomar el tren luego de haber dejado el listón alto como una de las mejores en su género. Y en general hay buenas nuevas para compartir. Borgen sigue contando una historia inteligente, con personajes cautivantes y un guión mayormente económico e incapaz de subestimar al televidente.
En esta cuarta temporada el nudo dramático se centra en el descubrimiento de petróleo en Groenlandia, un inmenso territorio de 56 mil habitantes que depende del Reino de Dinamarca. El hallazgo dispara una pregunta que atraviesa toda la serie: ¿es conveniente explotar ese recurso? Y, en tal caso, ¿cómo hacerlo?
Nyborg, que había catapultado a su partido con una agenda verde (moralmente verde), estará en el centro de esa polémica. En este sentido, Borgen vuelve a regalar una lucha intestina de poder dentro del gobierno de coalición danés que lidera otra mujer. Pero en esta cuarta temporada toma mayor relevancia la cuestión internacional con referencias tan verosímiles como adecuadas para lo tiempos que corren: acciones rusas hostiles en territorio europeo, empresas chinas estatales invirtiendo en un espacio de influencia tradicional de los Estados Unidos con fines ocultos, y Washington presionando para que sus aliados respondan de acuerdo a sus intereses.
Nyborg forma parte de ese juego diplomático y también ejerce su propio poder frente a los groenlandeses, sobre los que la serie relata alguno de sus problemas y desafíos desconocidos para la mayoría de los mortales, además de exhibir el paisaje ártico en todos su esplendor entre citas del explorador y antropólogo Knud Ramussen. Pero ni China, ni Estados Unidos, ni Rusia le hará mayor y mejor frente opositor a Nyborg que Magnus (Emil Poulsen), su propio hijo, que ahora es un adolescente irreverente con conciencia planetaria que acusa a su madre de ser un fiel exponente de la generación que destrozó el edén. Magnus luce como un buen aprendiz y un punto alto de la serie es la relación política entre ellos dos que tiene momentos de tensión en un estudio de televisión.
Además del debate medioambiental y la peripecia geopolítica, Borgen también vuelve a plantear una mirada sobre el liderazgo femenino y los roles que se asumen en la política, el uso de las redes sociales y la estrategia de comunicación que adoptan los dirigentes para vender su parte humana y lograr una "mayor cercanía" con la ciudadanía y la mentira como la forma más tonta, menos eficaz y más contraproducente de hacer política.
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Excelente serie
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