Los besos del pan.

Del libro :Los besos en el pan - de Almudena Grandes
Fotografía :Willy Ronis


Nuestro abuelos españoles, nos enseñaban este gesto, que repetimos muchas veces sin conocer su significado....

«Cuando caía un trozo de pan al suelo, los adultos obligaban a los niños a recogerlo y a darle un beso antes de devolverlo a la panera, tanta hambre habían pasado sus familias en aquellos años de guerras en los que murieron todas esas personas queridas cuyas historias nadie quiso contarles.
Los niños que aprendimos a besar el pan hacemos memoria de nuestra infancia y recordamos la herencia de un hambre desconocida ya para nosotros, esas tortillas francesas tan asquerosas que hacían nuestras abuelas para no desperdiciar el huevo batido que sobraba de rebozar el pescado. Pero no recordamos la tristeza.
La rabia sí, las mandíbulas apretadas, como talladas en piedra, de algunos hombres, algunas mujeres que en una sola vida habían acumulado desgracias suficientes como para hundirse seis veces, y que sin embargo seguían de pie. Porque en España, hasta hace treinta años, los hijos heredaban la pobreza, pero también la dignidad de sus padres, una manera de ser pobres sin sentirse humillados, sin dejar de ser dignos de luchar por el futuro.»

Este fragmento pertenence a la novela de la madrileña Almudena Grandes (1960-2021)

Los besos en el pan, narra las historias de una apretada gavilla de gentes que habitan un barrio del centro de Madrid. A modo de pórtico se presentan las grandes coordenadas de ese espacio con figuras, así como las grietas abiertas recientemente. También se explicita ahí el propósito y el enfoque que amarran estas páginas, a modo de un directo alegato contra el olvido ¿impuesto?, contra el miedo paralizante, y a favor de recuperar la rabia y la dignidad perdidas.
Es una novela coral, llena de noticias del aquí y ahora, que, como en un gran fresco, pinta un año en la vida de estas gentes que se reparten en tres generaciones, ofreciendo así el contraste del tiempo. En su mayoría pertenecen a las clases medias y populares, con predominio de las figuras femeninas y perfiles que permiten a la autora desarrollar sucesos o situaciones representativas: el hambre infantil en las aulas desde la maestra Sofía Salgado, el desmantelamiento de la sanidad pública desde la ginecóloga Diana y sus compañeros, las estafas bancarias (hipotecas o preferentes) desde la abogada Marita y los afectados-víctmas, la burbuja inmobiliaria desde el arquitecto técnico Sebastián o el joven Toni, la amenaza de las competidoras chinas explotadas por las mafias desde la peluquera Amalia, la tentación yihadista de Ahmed desde la miseria y la desesperación en que vive su familia… 

Hay además periodistas, policías, emigrantes de variada procedencia, adolescentes combativos, universitarios, amas de casa, una asistenta, parados de larga duración… La ligazón entre las numerosas piezas de este puzle está muy bien resuelta a partir de los lazos familiares, la amistad, las relaciones laborales o la frecuentación de espacios como el bar, la peluquería o el edificio ocupado, si bien más de un percance o situación se fía en exceso a la casualidad y la coincidencia.

En rigor no hay personajes, sólo tipos representativos; y algunos sólo están para añadir otra nota a un friso más vasto que profundo. 

Es ante todo el narrador quien nos explica las pulsiones, problemas, caprichos, gustos, rencillas, afectos, temores… de estas figuras. Y aunque hay bastantes escenas dialogadas, falta tensión en el lenguaje y variedad de registros. La crítica o denuncia se apoya más en la descalificación directa y el exabrupto, el melodrama y el énfasis, que en otros posibles recursos, no necesariamente más complejos, pero sí más elaborados y sutiles. Por otra parte, la voluntad de trasladar al relato una referencia moral y una función social paga su tributo al maniqueísmo. 

Casi todos los “protagonistas” son buena gente, muy comprometida; perversos como el corrupto Juan Francisco González entran en la escena sólo de refilón; y los que no resultan demasiado ejemplares (un viejo militar, una burguesita ociosa, cotilla y compradora compulsiva) acaban por tomar conciencia y enmendarse, de acuerdo con una línea narrativa y un discurso donde el mensaje es siempre palmario.

Los besos en el pan. Almudena Grandes. editorial Tusquets. Barcelona, 2015. 336 páginas.





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